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El registro fósil cuenta con numerosos ejemplos de especies que un día poblaron el planeta y acabaron extinguiéndose bien porque su medio ambiente fue destruido por ejemplo por una catástrofe planetaria o bien porque nuevas especies mejor adaptadas ocuparon sus nichos ecológicos. Esta es la norma impuesta por la selección natural y sólo los denominados "fósiles vivientes", es decir, especies que sobreviven desde tiempos remotos, son capaces de evitarla.

El ejemplo más representativo de estas excepciones a la regla general, son los celacantos (Latimeria chalumnae). De acuerdo con el registro fósil, este tipo de peces apareció en el Devónico (hace 400 millones de años) y alcanzo su máximo esplendor en el Carbonífero (hace 250 millones de años). A partir del Cretácico superior (hace 65 millones de años) no se conoce ningún fósil de celacanto, por lo que se creía que este tipo de peces se había extinguido. Sin embargo, el 22 de diciembre de 1938, Marjorie Courtenay-Latimer, conservadora del museo local, descubrió entre la pesca descargada en los muelles de la ciudad de East London (Sudáfrica), un pez cuyo rasgo más distintivo era la posesión de aletas lobuladas (los peces normales tienen aletas con radios). El asombroso parecido de este pez con los fósiles de celacanto, permitió su rápida identificación. El segundo ejemplar de celacanto apareció a finales de 1952 en las Islas Comoras, situadas en el Océano indico, entre Madagascar y Mozambique. La aparición de nuevos ejemplares en años sucesivos confirmo la existencia de una población estable de la especie en el archipiélago. Hasta el año 1998 se pensaba que ésta era la única población de celacantos existente en el mundo. De nuevo, el mundo científico se sorprendió cuando Mark V. Erdmann, biólogo de la Universidad de California en Berkeley demostró la existencia de celacantos en Manado Tua, una de las Islas Célebes (Sulawesi, Indonesia). Las Islas Célebes se encuentran a casi 10.000 kilómetros de distancia de las Islas Comoras. Por lo tanto, este descubrimiento extendía de forma considerable la distribución geográfica del celacanto, que bien podría contar con varias poblaciones a lo largo del Océano Indico o incluso en otros mares.


Los celacantos son grandes peces marinos (1’20-1’30 metros) con un color gris azulado característico. Viven en aguas profundas entre los 150 y 250 metros de profundidad. Durante el día se resguardan en cuevas submarinas formadas por la lava proveniente de erupciones volcánicas y por la noche suben hacia la superficie en busca de los peces de arrecife que constituyen su alimento. De su anatomía externa destacan los pares de aletas lobuladas, con gran capacidad de rotación, y una cola simétrica con un típico lóbulo apical. De su anatomía interna, la posesión de una vejiga natatoria que contiene aceite y permite al pez la inmersión a grandes profundidades. Las hembras de celacanto ponen huevos de gran tamaño (hasta 9 centímetros de diámetro y 300 gramos de peso), que son fecundados internamente y se desarrollan en el útero de las hembras. La población de las Islas Comoras debe contar con aproximadamente 200 individuos, de la población de Indonesia no se tienen todavía datos.

Los celacantos tienen gran importancia evolutiva ya que, junto con los peces pulmonados, son los parientes vivos más cercanos de los vertebrados terrestres o tetrápodos. La transición del medio acuático al medio terrestre, que tuvo lugar en el Devónico superior, hace 360 millones, fue unos de los episodios más importantes en la historia natural de los vertebrados, ya que implicó numerosos cambios morfológicos, fisiológicos y etológicos o de comportamiento y los peces de aletas lobuladas fueron sus protagonistas.

En 1989 se estimó que la población total de celacantos en las Islas Comoras debía contar con aproximadamente 200 individuos. Sin embargo, entre 1991 y 1994, el número de celacantos observado descendió alarmantemente. La causa más probable de este declive es la sobreexplotación pesquera de la zona, que provoca una significativa reducción en el número de especies que pueden servir de alimento al celacanto. Además, las características intrínsecas de la biología del celacanto (complejo ciclo reproductivo del celacanto, con fecundación interna, desarrollo de unos pocos embriones en el interior de las hembras y un periodo de gestación muy largo) contribuyen a su vulnerabilidad y sitúan a esta especie como candidata a la extinción. Finalmente, la creencia en algunos países asiáticos de que el líquido del interior de la espina dorsal del celacanto permite prolongar la vida es otro gran responsable de que se mantenga un floreciente mercado negro de productos del celacanto.

El futuro del celacanto es incierto. Este pez, que sobrevivió a las extinciones masivas ocurridas en los últimos 400 millones de años, puede desaparecer por causa del hombre. Sin embargo, aún estamos a tiempo de evitar su extinción. Una estricta protección de las costas de las Islas Comoras debe frenar el declive de esta población. Además, el descubrimiento de la población de Indonesia supone un alivio para la conservación de la especie. No obstante, es necesario tomar medidas concretas que se repita el expolio y declive ocurrido en las islas Comoras. Con suerte, este fósil viviente podrá seguir desafiando a la extinción unos cuantos millones de años más.

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